Eustaquio Sosa, otro de los tantos referentes y constructores de la identidad musical de nuestro país, pocos meses después de publicar su último libro, titulado “ASTROLABIO”, precisamente el 3 de noviembre de 2018, a la edad de 79 años, se fue “lejos, muy lejos, del viejo pago de su niñez…” Nacido el 2 de mayo de 1939, vivió a gusto y antojo, haciendo siempre lo que quiso y para lo que estaba predestinado:cantar y escribir, escribir y cantar. El canto
uruguayo lo recordará siempre persiguiendo ese impulso viajero que alguna
vez lo llevó “lejos de Treinta y Tres” y que inspiró su pluma para escribir una
zamba con ese nombre que con los años se transformaría en un verdadero himno
popular.
Su última publicación, es un libro diferente a aquel, “Más allá de los grillos,
Puerto Charqueada y otros pájaros”, editado en 1997, donde la nostalgia por los
paisajes del entorno natural que lo formó aparece de forma continua en su
poesía.
Eustaquio en su primera comunión a los 10 años de
En “Astrolabio” es más poesía donde la experiencia de lo vivido aparece
edad
nítidamente, y por obvia consecuencia, amontona además dolores que no cicatrizan y cicatrices de heridas latentes pero cerradas que delatan una larga distancia caminada.
En su primera publicación, presenta desafiante y dolorido, una clara queja que
el tiempo se encargó de corregir aunque aún queda poesía por descubrir que aún
permanece inédita y en el anonimato, pero muy bien conservada.
Eustaquio prologó su libro con este concepto llamativo por lo real.
“Para mí, escritor desde siempre, autor de múltiples canciones, de cuentos, de
novelas y de cuanta cosa se haga con la palabra o con el sonido de una guitarra,
esto ha significado indigencia, oscuridad, mi llanto interno, la solamente
esperanza de mi madre, de mi esposa,de mis hijas, de mis nietos…”
Eustaquio acompañado del cantante y escritor uruguayo Tabaré Arapi
El concepto, lamentablemente ilógico pero tristemente exacto y extremadamente válido para muchos, pertenece al laureado cantor popular nacido en La Charqueada, departamento de Treinta y Tres, el 2 de mayo de 1939 y según sus propias palabras, lugar donde fue “signado por el agua del Cebollatí, los árboles los pájaros”. También destaca que “allí todo el monte es poesía, como mi padre y mi madre”, y asegura además en esas palabras iniciales que por todos esos motivos nació poeta.
Debido al fallecimiento de su padre, debió marcharse muy joven del pago que lo vio nacer. Se fue, pero ha estado continuamente volviendo y evocando poéticamente siempre la sencillez y belleza del lugar que lo moldeó como artista.
“La Charqueada, mi puertito chiquitito
enclavado junto al gran Cebollatí, a
guitarra que hoy te nombra es un
pedazo de aquel alma soledosa que se
fue siendo gurí.”
Distinguido con los máximos galardones de los más importantes festivales del
país, como el “Charrúa de Oro” que le otorgó Durazno en 1986, el “Palenque de
Oro” con que lo distinguió el Festival del Tala o la “Guitarra Olimareña” que le fue
entregada a orillas del Olimar en el año 2000, Eustaquio Sosa fue, es y seguirá
siendo, sin lugar a dudas, uno de los principales referentes de la música popular
uruguaya. También fue distinguido con el premio internacional “El Gaucho”
otorgado por los rotarios de Uruguay y Argentina, en Montevideo recibió un
“Bartolomé Hidalgo” y “la Puerta de la Ciudadela” y en Minaslo galardonaron con
uno de los “Morosoli de Plata”. Tan proficua ha sido su trayectoria poética y
musical que el 7 de octubre del año 2011 la Junta Departamental de Montevideo
lo homenajeó declarándolo “Ciudadano Ilustre” de la capital uruguaya.
También el Festival de Colón, barrio montevideano donde reside, lleva su nombre.
Inspirado por la particular belleza del río Cebollatí orillando La Charqueada,creció culturalmente a impulsos de su padre, por ese entonces Juez de Paz y poeta del lugar. Pero él mismo ha reconocido siempre que la influencia notoria que lo empujó al camino del arte poético y musical la adquirió de su tío Joaquín Pedro Aquino conocido como “Nene”, que interpretaba las canciones de su padre. Ello fue determinante para que Eustaquio comenzara desde muy niño a escribir y musicalizar sus propios versos.
Años más tarde le compondría al “Nene” Aquino una canción de agradecimiento y reconocimiento a la que tituló “El tío guitarrero
“Este lugar de cantor
caminito de guitarras
me lo enseñaste de niño
mostrándome las torcazas
y fuiste la cerrazón,
la luna serena y blanca
y en noche blanca y serena,
camino de serenata”.
Eustaquio ya era Eustaquio, vale decir, su nombre ya era popularmente conocido y gloriosamente reconocido en 1997. Sin embargo fue COFAC, la filial de su barrio, en ese año, que brindó el apoyo financiero y logístico para publicar su primer libro, lo que confirma una vez más que la cultura se apoya en lo comercial y que a lo largo de nuestra historia ha sido básicamente el comercio el sostén e impulso de toda cuestión de tinte cultural. Comprueba la desazón del propio Eustaquio puesta de manifiesto en sus palabras iniciales.
Después vendría el libro “Los textos de las estrellas”, que vio la luz pública por iniciativa de Editorial Rumbo. Dueño de un particular estilo, tanto en la ejecución de la guitarra como en sus interpretaciones, -fundamentalmente usando las pausas y los silencios como un recurso poético singular- Eustaquio Sosa fue, en sus comienzos, duramente criticado por los poetas de entonces, que aplicados a un esquema universal no entendían la belleza de lo simple, de lo cotidiano, de lo popular, o como diría Víctor Lima, “la difícil facilidad de cantar sencillamente”.
“Lejos de Treinta y Tres”, una de sus canciones más exitosas, y escrita con tan sólo 14 años, fue cuestionada desde sus comienzos por un sinnúmero de pseudos escritores elitistas que reaccionaron sin observar al resto de la gente que acogió con ternura la nostalgia reproducida en el texto.
No entendían y por ende no compartían que se pudiera escribir una canción donde el
nombre de su departamento, “Treinta y Tres”, fuera repetido 16 veces al cantarla,
incluyendo la reiteración de los dos versosfinales de cada estrofa.No obstante,
como siempre, ajeno a la crítica intelectualoide, el pueblo escuchó y decidió, y
como en tantas otras veces, optó por el sentimiento y transformó la canción en
una de las más populares y exitosas de Eustaquio,
aunque el autor nunca supo el secreto de la popularidad de una canción.
Y eso es bueno, porque no saberlo implica seguir apostando al sentimiento a la
hora de crear… y eso lo lleva, innegablemente a tenerlo para siempre cerca, muy
cerca, del viejo pago de su niñez permaneciendo eternamente en los corazones y en las voces de su Treinta y Tres, Treinta y Tres.
“Un día me fui muy lejos
del viejo pago de mi niñez.
Cayendo la tardecita
Me fui muy lejos de Treinta y Tres.
Silbando una zamba triste
iba buscando el atardecer.
En alas de nuevos sueños
Me fui muy lejos de Treinta y Tres.
Envuelto en mis coplas y en un querer,
en mi boca iba su nombre:
Treinta y Tres, Treinta y Tres.
La noche allá en los caminos
me halló durmiendo mi padecer;
envuelto en penas y lunas
me halló muy lejos de Treinta y Tres.
Ahogado por el sendero
volví buscando el amanecer,
para encontrar que el sol nace donde
empiezan mis pagos de Treinta y Tres.”